John Locke (Wrington, 29 de agosto de 1632 - Essex, 28 de octubre de 1704) fue un pensador inglés considerado el padre del empirismo y del liberalismo moderno.
Locke partió del estudio de Descartes para establecer su teoría del conocimiento, pero no pudo admitir que hubiera en el ser humano ideas innatas (ideas que están en nuestro entendimiento desde que nacemos), como mantenía Descartes. Y es que, según Locke, todo conocimiento deriva de la experiencia sensible, lo que quiere decir que, las ideas no son fruto de la creación espontanea de la inteligencia humana o de la intuición, sino más bien de la observación del mundo. Estas ideas son características del empirismo moderno o también llamado empirismo inglés.
Según esto, la génesis de las ideas proviene de la experiencia, pero esta, a la vez nos impone dos límites. El primero es, que el conocimiento no puede ir más allá de la experiencia, y el segundo, que solo podemos tener la certeza de lo que está en nuestros límites de la experiencia.
Con estas ideas, Locke, se aparta del racionalismo cartesiano para dar lugar a una nueva corriente filosófica, el empirismo.
Según Locke, los hombres también tienen derechos naturales, y entre ellos está el de la propiedad y el de poder heredar la propiedad.
El pacto social.
En el estado natural, antes de la existencia de los gobiernos, era difícil la propia defensa. Este es uno de los inconvenientes del estado de la naturaleza, por lo que para asegurar la propia vida, la libertad y la propiedad, los hombres se pusieron de acuerdo para la creación de un nuevo orden social, un gobierno. A esto se le conoce como contrato social. Mediante dicho contrato o pacto, el hombre, reconoce una autoridad pública dirigente, a condición de que esta última se comprometa a respetar y a hacer respetar los derechos naturales.
Cuando el soberano o el gobierno trate de traspasar esos límites, convirtiéndose en un gobierno despótico y opresor, el pacto social se anula automáticamente y el pueblo tiene derecho a rebelarse y a emplear la fuerza contra el mal gobierno.
El gobierno social.
El único medio para impedir que la autoridad soberana se convierta en despótica es la división de la soberanía o la división de los poderes. Los dos fundamentales son el legislativo y el ejecutivo. El tercero es el poder federativo.
El legislativo organiza la forma en la que el Estado debe emplear la fuerza para proteger a los ciudadanos; el ejecutivo, que asegura la aplicación de las leyes positivas en el interior; y el federativo se encarga del exterior, es decir, para todo lo que concierne a la paz, a la guerra y al comercio.
Es necesario que esos poderes estén en manos distintas, para que no haya tentación de abuso de poder, como puede ocurrir si están reunidos en una sola persona o en un grupo.
También es necesario que estén limitados, vigilados y asegurados por el pueblo mediante el derecho de insurrección.
Según Locke, el poder legislativo debe ser capaz de deponer e incluso castigar al ejecutivo cuando sea necesario, ya que este último está subordinado al Parlamento legislativo. Por el contrario, no existe poder alguno que se sitúe por encima del legislativo, tan solo, el ya citado derecho a la insurrección.
Estas ideas políticas de Locke influyeron de forma decisiva en el posterior desarrollo y organización de las democracias occidentales.
La disolución del gobierno.
Para Locke, la revolución es aceptada cuando hay que enfrentarse a la tiranía o contra cualquier usurpación del poder. Pero es injusta toda rebelión contra un gobierno legal.
Esta acción se puede justificar ya que el gobernante y los gobernados se encuentran en estado de naturaleza, y por tanto son iguales. Y en esa situación los hombres pueden defender sus derechos contra aquellos que no los respeten
Y es que, por encima del aparato de la autoridad está el derecho de insurrección. Según Locke, cuando el pueblo se considere en condiciones miserables, puede rebelarse contra quienes quiera que sean los gobernantes, no importa que éstos sean "sagrados y divinos, que desciendan, o hayan sido autorizados por los cielos o que hayan venido de donde quieran".
La insistencia de Locke en que la rebelión es una ley superior a la ley del Estado ha llevado a la idea de que la obediencia continua a la ley es un alto encargo para el pueblo. Por lo que los oponentes a la idea de un gobierno democrático mantienen que haciendo que la norma política dependa del consentimiento del gobernado hace que haya una frecuente semilla para la rebelión.
Locke no niega eso, pero afirma que su hipótesis no invita a la anarquía y a la rebelión más que cualquier otra forma de gobierno, y que todo depende de la situación, buena o mala, en que se encuentren los gobernados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario